La cuestión es que el placer y el buen hacer desborden por
los cuatro costados. Ya sea a la hora de consumir una barra de pan en la
panadería de tu barrio o contratar el bodorrio del siglo en la mismísima
Catedral de Sevilla. El resultado tiene que ser el mismo. Una sonrisa, un trato
excelente o un buen apretón de manos acompañado de de la contratación de un
servicio.
¿Qué hay crisis? Sí, y qué pasa, ¿hay que seguir lamentándose
por ello? ¿Debe afectar al trato que tenemos con nuestros clientes? Debemos
abandonar el “modo quejica” de nuestro quehacer diario. Es una actitud que no
nos ayuda en ningún caso. Es más, nos perjudica en todos.
Ha llegado la hora de trabajar más y mejor que nunca, es el
momento de aportar nuestro granito de arena. Y eso se demuestra desde todos los
puntos de vista.
Noto cierta tirantez en todos los sitios por los que me
muevo. Se está perdiendo esa atención al cliente que todo el mundo busca y
agradece, aspecto que me preocupa. Partimos de la base de que el cliente no
tiene la culpa de la que está cayendo. Y pienso en lo agradecido que tendría
que estar cada comerciante por recibir a todos y cada uno de los clientes que
deciden comprar sus productos o utilizar sus servicios.
Me sorprende sobremanera, ya que ocurre tanto en la típica
tienda de barrio, que siempre ha destacado por su familiaridad y su trato, como
en el Corte Inglés que tiene la atención al cliente como uno de sus pilares
fundamentales.
Debemos cuidar a nuestros clientes, no es algo nuevo, debe
ser algo perdurable en el tiempo. Todos pasamos por situaciones malas, todos vivimos
situaciones de crisis en algún momento, pero no por ello dejamos de ser
profesionales en nuestro trabajo.
Cuidar a los clientes es fundamental, todos merecen un trato
excepcional, todos se merecen ese “final feliz”.